El vino no es solo una bebida: es cultura, tradición y el reflejo de la tierra donde nace. Cada botella contiene el resultado de decisiones humanas, factores climáticos y técnicas que han evolucionado con el tiempo. Aprender cómo se hace el vino permite comprender su riqueza y valorarlo más allá del sabor. Ya sea un blanco joven, un tinto con crianza o incluso un vino especiado servido caliente, cada tipo de vino tiene su propio proceso y personalidad.
¿Cuál Es el Primer Paso para Hacer Vino? La Vendimia
La vendimia es el punto de partida. Se realiza cuando las uvas han alcanzado su punto ideal de maduración, con el equilibrio justo entre azúcar y acidez. En España, suele llevarse a cabo entre agosto y octubre. Puede hacerse manualmente —una práctica común en muchas bodegas por la precisión que permite— o de forma mecánica. Esta etapa es crucial, ya que influye directamente en el proceso de cómo se hace el vino blanco y también el tinto por supuesto.
El Despalillado y Estrujado: Preparando el Mosto
Tras cosechar, se separan los granos del raspón (despalillado) y se realiza el estrujado, que rompe suavemente la piel de la uva. En los vinos blancos, el jugo se separa rápidamente del hollejo para preservar su frescura y ligereza. En cambio, en el proceso de cómo se hace el vino tinto, el mosto permanece en contacto con las pieles para extraer color, aromas y taninos, lo que aporta cuerpo y profundidad.

La Fermentación: Cuando el Mosto Se Convierte en Vino
La fermentación transforma el jugo de uva en vino. Las levaduras, naturales o añadidas, convierten los azúcares del mosto en alcohol. Este proceso puede hacerse en tanques de acero inoxidable para preservar aromas, o en barricas de roble para añadir complejidad. En vinos tintos, a menudo se realiza una segunda fermentación llamada maloláctica, que suaviza la acidez. Aquí nace la personalidad del vino: su aroma, su estructura y su graduación alcohólica.
El Prensado y la Clarificación
Tras la fermentación, el vino se separa de los sólidos mediante un prensado suave. Luego se clarifica para eliminar impurezas y lograr un aspecto limpio y brillante. Se utilizan agentes naturales como la bentonita o la clara de huevo. Este paso es fundamental para que el vino sea estable y visualmente atractivo, independientemente de si se trata de vino joven o con crianza.
Crianza: Tiempo, Paciencia y Carácter
La crianza define gran parte del perfil final del vino. Puede hacerse en depósitos de acero, en botella o en barricas de roble (francés o americano). Un vino con crianza permanece al menos 6 meses en barrica; los reservas o gran reservas pueden pasar hasta 24 meses o más. Durante este tiempo, el vino gana aromas de vainilla, tostado y especias, y desarrolla más cuerpo y elegancia. En Vinum Enoteca, encontrarás etiquetas que expresan todo el potencial del tiempo en barrica.

Embotellado y Descanso Final
Una vez finalizada la crianza, el vino se embotella bajo condiciones estrictas de higiene y control de oxígeno. El tipo de cierre, ya sea corcho natural o tapón técnico, influye en su evolución. Algunos vinos requieren reposar unos meses más en botella antes de llegar al consumidor.
¿Y el Resultado? Una Obra Maestra Lista para Disfrutar
Cada botella es el resultado de meses de dedicación, conocimiento y respeto por la uva. Ya sea que busques un tinto con cuerpo, un blanco fresco o explorar nuevas experiencias, como descubrir cómo se hace el vino caliente para el invierno o incluso cómo se hace el vinagre de vino para la cocina, entender el proceso es la clave.
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Preguntas Frecuentes sobre la Elaboración del Vino
¿Cuánto tiempo se tarda en hacer vino?
Para un vino joven, el proceso puede durar entre 1 y 3 meses. Los vinos de guarda con crianza pueden necesitar de 1 a 3 años antes de su lanzamiento.
¿Todos los vinos pasan por barrica?
No. Muchos blancos y tintos jóvenes fermentan y maduran únicamente en acero inoxidable para conservar su frescura natural.
¿Qué diferencia hay entre vino joven y vino con crianza?
El vino joven se consume pronto y tiene un perfil más frutal y ligero. El vino con crianza, al pasar por barrica y botella, gana en complejidad, estructura y aromas terciarios.